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Sométanse, pues, a Dios y resistan al diablo, que no tendrá más remedio que huir. Acéquense a Dios, y Dios se acercará a ustedes. ¡Limpien sus manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que se portan con doblez! Reconozcan su miseria; lloren y laméntense: que la risa se les convierta en llanto, y en tristeza la alegría.

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